La fuente de la sabiduría es un "urinario"

Todo lo que quiso saber sobre arte contemporáneo y no se atrevió a preguntar a Marcel Duchamp

Cien años después de la “presentación” (finalmente censurada o convertida en un “escándalo”) de la “Fuente” (un estricto urinario sobre un pedestal), Marcel Duchamp sigue, por decirlo de la forma más simple posible, vivito y coleando. Un anti-artista, jugador de ajedrez, desertor de las guerras, dandi y hasta un poco vago, entregado al “arte de respirar” y convencido de que el más interesante de los “ismos” (para-vanguardistas) es el erotismo, ha generado unas secuelas prodigiosas en el arte de un siglo que quiso ser provocador y acabó en las vitrinas de los museos. Los hijos y nietos de Duchamp han desplegado toda clase de “actitudes”: el nuevo realismo francés, el pop, fluxus, el minimalismo, el conceptual, el povera, el apropiacionismo, etc. etc. Mirando detenidamente a través de las grietas de su “Gran Vidrio” podemos leer casi todo lo que ha sucedido en el arte desde 1960. Tomaremos, por tanto, las unidades azarosas de medida que “nos legó” Duchamp para adentrarnos en algunos enigmas de la estética contemporánea. No trataremos en este curso de ofrecer una biografía legendaria del artífice de esas cosas inquietantes que llamó “ready-made”, sino que sus cosas nos servirán como pre-textos para interrogar, desde múltiples perspectivas, a la institución arte que ha pedestalizado todo (incluido lo repugnante) acaso para que nada pueda ser extraño (o capaz de subvertir la inercia glacial). Desde un tiempo global y desquiciado trazaremos una genealogía del objeto para desvelar claves de idolatría fetichismo y totemismo que sobrepasan el ámbito museístico para afectar a una sociedad hiper-estetizada y, al mismo tiempo, incapaz de hacer otra cosa que fosilizar (en un cinismo inconsciente) todo aquello que podría sonar diferente. Por tanto, buscaremos otra forma de contar los “escándalos duchampianos” para socavar las deudas del presente, esto es, propondremos “relatos infraleves” que acaso nos ofrezcan, más que una “óptica de precisión”, una perversidad interpretativa para dar cuenta de lo que nos falta.